Veo bailar a las ramas
de los robles, los hayedos,
y también los eucaliptus
hacen guiños bajo el cielo.
Es un baile sin orquesta
con la música del viento
que no tiene partituras
ni batutas ni solfeo.
Yo vigilo su susurro
y mis ojos cobran sueños,
y se pierden por instantes
recreando mil momentos.
Unos son de fantasías
y otros dejan mil recuerdos,
de este mundo de los niños
egoísta y tan sincero.
Y es que fuimos, de esta guisa,
Peter Pan de un universo,
que buscaba por los mares
la princesa con un reino.
Se suceden los susurros
de ese viento al que no veo,
y que mueve a nuestras ramas
y al poeta en estos versos.
Verso y baile que hoy se juntan
y proclaman, sin recelo,
que es el día en que unos labios
piden paz, amor y besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/04/25