Debo confesar que, aunque algo tonto,
hay una cosa a la cual temo sin razón aparente.
El mar.
Ver su inmensidad, hermosa, turbia e
infinita.
Este miedo irracional puede carecer de
sentido alguno, su infinidad me hace estremecer,
es como si, al verlo, no hubiera nada más que esa
interperie líquida, en la que cualquier cosa
puede pasar.
Sin embargo, hay algo, algo que me
llama como el canto de una sirena, como si su
infinidad me hiciera entender el sentido de la
vida, y el miedo a lo que nunca acaba.