El sol, prendido en mis ojos,
desde el umbral de mi puerta,
iluminará el camino
con su resplandor divino
cuando tu regreso advierta.
Como el trinar de un sinsonte
brotará de mis entrañas
un canto de amor celeste
que, desde el este al oeste,
arrullará a las montañas.
Y en un abrazo de fuego,
al unir tu pecho al mío,
seremos como un estuario,
apasionado escenario
donde el mar abraza al río.
Hechizo de las estrellas,
sortilegio de la luna;
nuestro amor es un brebaje,
un fuerte y grato oleaje,
embrujo de noche bruna.
Igual que ayer..., cuando vuelvas,
por siempre serás mi mundo,
y yo seré el universo
en el que estarás inmerso
con el querer más fecundo.