EDGARDO

Alba de amor y lealtad

I
Cada alba, tu voz trasciende el velo
y siembra en mi costado su consuelo.
Oh, Dunia de los Ángeles, eterno fulgor,
mi ser enraíza en tu eterno florecer.

II
No es presencia lo que ofrezco, sino raíz:
amor sin crepúsculo, sin jamás mentir.
Firme como el acero ante el mar desatado,
mi lealtad es brújula y puerto anhelado.

III
Mi cuidado teje abrigos en tu frío,
mi protección desafia al tiempo y al hastío.
Mas todo estrago huye al contemplarte:
eres el alba que ilumina mi arte.

IV
Gracias, farol en mi sendero incierto,
cada huella compartida es universo abierto.
Por tu espera que vence la noche serena,
por ser mujer, jardín de luz y azucena.

V
Nuestros brazos son tierra y simiente,
fuego que talla versos en la frente.
Almas entrelazadas en murmullo eterno,
laúd que canta al amor sin invierno.

VI
Tuya es la savia de mi aliento puro,
cada latido es surco de amor fecundo y duro.
Mi amor, Dunia, es constelación viva,
navegante de tu aurora... mientras exista vida.