El muerto no decide si levantarse,
Llora en el piso, sin nada que revivir,
Su deseo es descansar, no molestarse,
Ya con todo para evitar su sufrir.
Su balada resuena en el silencio,
Conmoviendo a esos quienes lo oigan,
Llantos y sollozos que nadie anunció,
Fantasmales murmullos se ahogan.
Con pecho vacío, va para echarse,
Y sus huesos que nadie va a acudir,
Su tumba solitaria para ajarse,
Una paz se instala en él, no vivir.
Ese es el deseo que más ambició,
Cerrando sus ojos sin ningún afán,
Su boca sella y finalmente talleció,
La tierra acepta y en ella lo arropan.