Asel

(VI) Segundo poema del desamor

Me enamoré de ti sabiendo que nunca serías mía,

porque fuiste conquistada en otro atardecer.

Me ilusioné contigo creando en mi alma una fantasía,

acariciando, cada tarde, tu terso cuerpo de mujer.

 

Me enamoré perdidamente de tus caricias de fuego,

que hicieron calentar cada parte de mi ser.

Me emocioné cada noche cuando me adentraba en el juego

de acariciar cada parte de tu perfumada piel.

 

Y sabiendo que tu amor para mí era algo prohibido,

seguí probando del dulce néctar de tu pasión.

Tú me conquistaste sin siquiera sentirlo

y yo te abrí con ternura mi ardiente corazón.

 

Me enamoré de ti, aunque estabas con otro hombre,

aquel que se hizo dueño de tu alma, primero que yo.

Tarde conocí tu vida, tu precioso nombre,

y aun así, mi amor por ti se despertó.

 

Tú no tienes la culpa de esto que hoy yo siento,

porque llegaste con el viento y con el viento te perdiste.

Eres y serás lo prohibido, lo que amo y miento,

y eres lo que eres y lo que siempre fuiste.

 

Me enamoré de ti sabiendo que nunca serías mía,

mi hermosa, mi dulce y apasionada mujer.

Tal vez alguna tarde revivamos esta fantasía

y disfrutemos juntos, abrazados, nuestras horas de placer.