William Pérez Mederos

Lo que el niño calló

 

No lo dijo.  

El niño no lo dijo.  

No contó que se sentía solo  

aunque la casa estuviera llena.  

No preguntó por su padre  

porque ya había aprendido  

que algunas preguntas se castigan con miradas.

 

No lloró frente a nadie.  

Solo en la almohada,  

y no por costumbre,  

sino por precaución.

 

Aprendió a caminar sin hacer ruido,  

a entender sin explicación,  

a sobrevivir sin molestar.

 

El niño no dijo  

que no entendía por qué todo dolía.  

Solo lo sintió.  

Y eso fue suficiente.

 

Calló por miedo,  

por respeto,  

por instinto.  

Calló porque a veces  

el silencio es más seguro  

que una respuesta equivocada.

 

Y así fue creciendo,  

llenándose de cosas  

que no se dicen  

pero tampoco se van.

 

Ahora, cuando escribe,  

a veces duda si es él  

o ese niño que aún no habla  

el que le dicta los versos.