Chico
París
Cuero de la libertad,
con tu aroma anuncias tu presencia,
acaricias como el viento,
cadenciosa,
inexorable.
Te alzas,
mirándote en el río de tus propios deseos.
No se equivocaron los Parisi
al nombrarte suya, París,
yo tampoco me equivoco
si te susurro:
estrújame.
Entre molinos rojos,
caminas sensual,
pisas tejados negros,
ligera como un gato
liberado en un rincón de Montmartre.
Tu corazón sagrado
me canta en voz baja:
“me iré”.
Y yo, rogándote,
te pido entre luces:
no me abandones,
lobo que acecha,
guillotina del olvido.
¡Adóptame!
Como Eiffel, hagamos
una torre
de fraternidad.