El sol le dio la vez a Catalina,
tú no echaste de menos a tu ropa,
yo olvidé mi recato en la cantina
y la luz apuró su última copa.
Yo le di al instinto rienda suelta,
tú subiste el telón a tus encantos,
nos hicimos la carne vuelta y vuelta
y vendamos los ojos a los santos.
La pasión nos firmó un salvoconducto
por si el sol nos paraba en la aduana;
le dijiste \"encantada, tanto gusto\",
y la noche siguió por la mañana.