Cascadas de amor caían sobre nuestros hombros,
hasta fundirse, suaves, en nuestro corazón.
Llovizna: fuimos paraguas el uno del otro,
y nos tomamos de la mano que el alma selló.
La unión de nuestros cuerpos en mi cuarto...
¿Cómo olvidar el fuego de aquella cascada?
Pero el agua ardiente se volvió diluvio:
el exceso mató al amor,
y nuestro sexo terminó por quebrarlo.
Aún recuerdo aquellos días de amor inmenso,
cuando la pasión no era un final, ni un hecho.
¿Cómo algo que tanto gozamos pudo herirnos?
Tus gemidos...
hubiera preferido que fueran sonrisas,
sonrisas tan lindas como las tuyas.
Debí comprarte mil flores, no condones;
debí escribirte poemas, no arrancarte botones.
Te amo tanto, tanto, que acepto este adiós,
aunque yo hubiera seguido luchando por los dos.
Espero que el destino me regale otra ocasión,
para mostrarte el amor que nunca se extinguió.
Ahora te has ido, y la lejanía me ha cambiado:
soy un mejor hombre, pero más vacío también,
Ya que la mujer que amo con todo mi ser ya no me ama también.
El efecto mariposa revolotea en mi mente,
me esposa al \"hubiera\", pero ya no quiero mirar atrás...
Te quiero —quizás no hoy, ni mañana—,
pero te quiero viva en mi presente,
no solo flotando en mis recuerdos.
Me faltó demostrarte cuanto te amo,
cuanto te amaba, Belem.
Ahora tengo tanto amor...
y no sé qué hacer con él.
No quiero que te conviertas en solo un recuerdo.