Dichosos los ojos que contemplaron tu belleza,
una belleza que cualquiera anhela con grandeza.
Dichosas mis decaídas manos que alguna vez te acariciaron,
una sensación que de seguro quisieras haber hallado.
Dichosas las oportunidades que tuve para hablarte,
oportunidades que ahora solo son un reproche interminable.
Dichosa mi alegre mirada que alguna vez te contempló,
una mirada que ya hace tiempo en el dolor se perdió.
Dichosa tú que eras mi motivación,
una motivación que ahora es solo una interminable perdición.
Dichosas las veces que hablamos,
recuerdos que jamás serán olvidados.
Dichosos tus ojos cual luceros,
que ahora habitan en viejos recuerdos.
Dichosa tu sonrisa que me enamoro,
un amor que de dolor se tiñó.
Dichoso el tiempo en el que estábamos unidos,
porque ahora solo somos dos desconocidos.
José Miguel Troya Cotrina
27 de abril del 2025