Un grito implacable subió hasta mi cuarto.
La tarde moría. Te estaba esperando.
Corrí, me agité, me llamaron.
Unas gotitas de sangre.
Un perro fiero te había mordido.
Un perro infame te clavó los dientes.
Quise protegerte,
me apresuré a defenderte,
sólo lo pude hacer a mi modo.
Y mi modo fue estar y lamentarme
quedarme cerca, mirarte.