Cuando salí de mi casa
rumbo a lo desconocido
dejando lo más querido
me coloqué una coraza
y en el alma una mordaza
por no perder la razón.
Emigré con la emoción
del recuerdo de mi padre
y el sollozo de mi madre
rompiéndome el corazón.
Subí al tren de la ignorancia
con tristeza y desconcierto
camino de un mundo incierto
sin calcular la distancia.
Y recordando mi infancia
presa de melancolía
una losa me oprimía
y sin lágrimas lloraba
viendo como atrás dejaba
los campos de Andalucía.
En viaje interminable
dejé atrás el Pirineo
y al salir, como un gorjeo
de manera inexplicable,
una canción memorable
se escuchó en la anochecida.
Con angustia contenida
quebrados por el dolor
se oyó un canto en un clamor
¡“Adiós Mi España Querida”!