Eres el recuerdo,
de lo que fue un amor atrevido,
caliente y húmedo,
mi confidente llamándome amigo...
¡Ay, tu voz! la lengua de Eros,
y tu sutil veneno,
la poción que nunca se contuvo
a mi propio deseo...
No era un juego,
recoger y envolver tu tiempo,
a la vez ensayando,
el meter mi lanza en tu fuego...
Hoy me acomodo,
al recinto de tu abrazo retenido,
donde otro cuerpo,
no conseguirá borrar tu pasado...