Ana Maria Delgado

CORAZON DE POETA

A cualquier hora del día,

confundido en la multitud, en el bullicio

en el retiro, en el silencio,

desprevenido

y por personal complacencia

tomas asiento en un lugar cualquiera,

y dejas que tu mano dance libre

con lentitud o rapidez

con frenesí o con calma,

al acorde del torrente de letras,

que en creativa fusión

gestan seductores poemas.

 

Coalición de versos

que vagan libres,

por los extensos terrenos

del olvido y de las remembranzas,

de las inexperiencias y experiencias

de las mentiras y verdades,

de la felicidad y congoja,

del odio y del amor,

de riqueza y pobreza,

de compañía o soledad,

de la noche y del día,

de la lluvia y el sol,

del verano y el invierno

de hombres y mujeres

de niñas y niños…

de sueños y realidades. 

 

Algunas veces,

al deleite del vino

y al calor de la chimenea,

en la cómplice compañía

de los sonidos del blues,

del Jazz, de la canción social,

del son cubano

y de extraordinarias sinfonías,

tu mano vibra con mayor fuerza,

tu imaginación

se vuelve más fecunda,

se dilucidan tus ideas,                             

se desnudan

y seducen al lápiz,

y en alianza perfecta,

acarician el papel,

dejando su imborrable marca,

marca que nace,

que crece y se introduce

por los ojos de quienes

se transportan por ellas,

y llegan a sus mentes

y dependiendo,

de su fuerza,

de su impacto,  

de su brillo,

se graban

permaneciendo eternas …

o se olvidan

se borran …

 

Poeta

que a través de tus creaciones

experimentas una mutación

juegas sin límites con tu imaginación

revelas tus anhelos, tus quimeras,

sin importar la rima de tus versos,

caminas por lugares increíbles

hablas de cosas impensables.

 

Ahogas todos tus miedos,

 manifiestas tus verdades sin enredos,

pierdes la razón,

sangra tu corazón,

lentamente mueres,

se da un milagro y revives.

 

Escribes lo que sientes,

lo que piensas,

inventas,

rememoras

disertas, 

expones,

criticas.

 

El tiempo transcurrido en

tu acción

se eterniza

en tus escritos.

 

POR: ANA MARIA DELGADO P.