El eco de mi ausencia
se desvanece al fin,
un nuevo sol levanta
su dorado perfil.
Desde la helada Suiza,
tu espíritu inspira,
trayendo la calidez
que el alma añora.
La noche de boleros,
velaba un corazón
que no podía olvidar
las luces de tu tierra,
los versos de tu legado,
un faro en la distancia,
pensando siempre en ti.
Las sombras me envolvieron,
la memoria dolía,
pero la esperanza
en mi pecho ardía.
Mis palabras, cual nido
de tu sentir profundo,
guiaron los pasos
en el oscuro mundo.
Y hoy, de vuelta aquí,
la alegría florece,
en cada verso hallas
una brisa que te mece.
El sentido silencio
ya no es más
que un recuerdo,
celebrando este cálido
y anhelado reencuentro.