Con mis heridas abiertas,
supurando adiós y olvido,
odiando haberte querido
decidí cerrar mis puertas.
Ya sin semillas mis huertas
y seco el mar de mis ojos,
recogidos mis despojos
en las puertas del recuerdo,
me parece lo más cuerdo
pasarles ya los cerrojos.
Fui a recostarme en la luna
al verla en cuarto menguante,
y le conté en un instante
mis penas, una por una.
Entendí, sin duda alguna,
que no logro superarte,
que por siempre voy a amarte
con un sentimiento intenso,
pues mi amor fue tan inmenso
que me olvidé de olvidarte.