Era Ella, como un capullo de rosas, diminuto y bello.
Su Ser como la aurora qué, con alegría, espera al Sol.
Su garbosa estampa, hacía juego con su largo cabello.
Cómo nube al viento, sus bucles semejaban al girasol.
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Poco se la veía, por las calles de aquel puerto soleado.
En cautiverio, la tenían, los padres y su rudo hermano.
La labor marina, lanzó sus redes y Él, la tuvo a su lado.
Cómo decirle qué, el amor, es la razón de ser humano.
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Quiso el destino qué, al hermano, lo alucinará un Sol.
Por esas arenas finas y soleadas, Él vio una bella Rosa.
Ella se escondía cómo, al atardecer, lo hace el Girasol.
Era una princesa que, no sabía caminar y era preciosa.
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¡Tras un fuerte suspiro, pensó qué hacer, para rescatarla.
Hoy, es la madre la que, vive orando para con Él, casarla!