Fernando Cerceau

UNA MUJER TRISTE

Supe que lloraba.
Tenía la frente cansada,
los ojos lánguidos e impasibles;
una voz disminuida, un gesto afable;
el seño definido por largos silencios,
malestar y hastío.

No sé qué buscan sus manos,
que abrazan nubes y vientos.
No conozco ese amor efímero,
de caricias y murmullos vanos.

¿A quién está mirando,
con un gesto rezagado
en la melancolía,
y las manos ancladas en el cuello,
risueña y tranquila?

¿A quién le habla,
desde la redondez de su boca,
suplicando comprensión?

La siento triste, y a la vez no.
Nuestras angustias son incompatibles.
Ella sufre la pena
a través de los sentidos;
yo la siento en todo el cuerpo,
invasiva y luego tirana,
como si fuera lluvia, después noche,
y después… nada.

 

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