El Corbán

LITURGIA A TU PIEL INMACULADA

Oh tú, vestal del deseo encendido,

que a mis llagas brindaste un fulgor clerical,

me postro ante ti, cual fraile rendido,

sin más evangelio que tu espasmo carnal.

 

No soy ya un hombre: soy rito, plegaria,

soy cáliz profano que ansía tu voz,

y en tu ombligo late mi diaria hectárea

de cielo fingido, de impúdico dios.

 

Tu aliento, sagrada reliquia impensada,

mi dogma blasfemo, mi fe sin razón;

tu roce, mi misa; tu lengua, mi espada

que corta en pedazos la vieja ilusión.

 

¡Qué excelsa es tu carne! ¡Qué excelsa mentira!

Es casi un milagro que sepa a mortal,

pues juro que cuando tu beso me mira

reniego del mundo y su polvo banal.

 

Yo comulgo en tu cuello, venero tu frente,

ungido en tus piernas, redimo el error,

y absuelvo a los ángeles, si torpemente

te niegan el trono que dicta el amor.

 

No hay hostia más pura que tu piel desnuda,

ni incienso más santo que el de tu sudor;

ni templo más digno que aquella oquedad

donde se arrodilla mi pobre fervor.

 

¡Qué dicha tenerte de altar y de credo!

¡Qué cruz tan bendita tu gesto feroz!

Y aunque el paraíso me espere sin miedo,

Prefiero el infierno a perder tu delicada voz.

 

Oh amada litúrgica, mística impía,

no pidas que rece por otra pasión,

que el mundo me juzgue de hereje algún día,

yo seguiré amándote... en adoración.