Hoy, podría asegurar que, he vivido a plenitud, mi vida.
Me puse varias metas en el camino, creí era muy largo.
La juventud se llenó de fantasía, pero yo era, precavida.
Fuerte obligación, me legó mi padre, al dejarme a cargo.
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Aún hoy, evoco con dolor, su partida y mis angustias.
Recuerdos agrios que, reviven miedos aún, los poseo.
Deseaba jugar con amigas, no saber de penas mustias.
Para evadir, tan dura carga, me inventaba algún paseo.
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De cierto, da miedo qué te den una carga, con tu edad.
Por qué no, a mi hermano, me preguntaba, en silencio.
Expresé mi gran miedo, pero nadie de mí, tuvo piedad.
Así, viendo mis muñecas, me decía, yo me las agencio.
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Hoy puedo decir que tuve, una gran escuela, sin duda.
Gran mentira es, la racionalización de esas, desgracias.
Los niños, solo quieren jugar y esa, es la verdad, cruda.
El deber anticipado a la edad, no tiene, ninguna gracia.
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¡Gracias Dios, dirá la madre, qué tuvo otra escuela.
Hoy está vigilante, para evitar del mal, su secuela!