El Bardo Sin Modales
No…
no necesito rima ni métrica para sangrar un poema.
No ocupo licencias ni permisos de academia
para escribirte con mis dedos volando cielos
o con la rabia de mis sesos libertinos.
No…
no necesito leyes para ser un bardo,
ni complacer al dios de los versos refinados.
Escribo con dinamita, con vísceras,
con la sangre hecha navaja…
y a veces, con la punta de los recuerdos
que aún joden,
picoteando mis sueños.
No…
no voy a regalarte estrellas
con ese aire cursi de los perdedores domesticados.
No me da la gana bajarte la luna:
ya bastante tragué oscuridades por tus fases lunáticas.
Y además —recuerda—
la luna es de queso,
y yo soy alérgico a tus cuentos maternales.
¿Ves?
Esto no es un poema,
es una patada elegante en el ego de los románticos.
Pero igual te lo dejo…
por si algún día extrañas
a este bardo sin modales,
que nunca supo escribir bonito,
pero siempre te escribió de verdad…
con las manos empapadas de cinismo,
así, sencillo, sin traje de domingo,
descalzo pisando hierba…
con tufo marchito de un cliché en decadencia.