El Corbán

VERSOS EN LA LONCHERA

Te vas, Matías, cruzas el umbral,

con esa gallardía de soldado escolar,

y yo, anacoreta de causa banal,

me desmorono en gestos de amar.

 

Tu mochila, reliquia de epopeya,

reposa en tu espalda como armadura,

mientras yo, sin consuelo ni centella,

marcho al trabajo con alma insegura.

 

El timbre suena, y es funeral secreto,

porque tus pasos no rozan mi aliento,

y yo, bufón del afecto discreto,

me trago el drama con fingido contento.

 

¿A quién le canto ahora en la cocina,

mientras unto la mantequilla en pena?

El pan sin tu mirada se asesina

y el café se enfría en condena plena.

 

El mundo sigue su danza insensata,

la gente ríe, produce, firma cosas,

pero yo… padre en fuga insatisfecha,

te dibujo en servilletas melancólicas.

 

No sabrán que en mi pecho se deshiela

un universo entero cada mañana,

ni que vas con mi alma acompañándote a la escuela

dejando mis besos empañando la ventana.

 

Y cuando cae la tarde con sigilo,

y regresas cual héroe diminuto,

yo escondo mis poemas bajo el hilo

del abrazo que finge ser fortuito.

 

Matías, rey de lápices y estambres,

yo cuento las horas con fervor beato,

y aunque el reloj no tenga tus alambres,

te busco en cada sombra del zapato.

 

Así te amo, con pompa delirante,

como un loco que escribe su testamento

por seis horas sin su infante

en un lunes cualquiera, sin argumento.