En horas profundas de dicha noche,
casi sin querer —como un soplo leve—,
te pienso.
En medio del rumor de lo vivido,
te pienso.
Leía a Neruda al caer la tarde,
y comprendí, amor mío,
que mis versos no te hacen justicia.
¿Cómo entonar la música que él halla
en el ocaso, fecundo en su vientre?
¿Cómo cantar la esperanza temprana
que fue mi despertar junto a tu risa?
¿Y cómo dibujar con estas letras
el arte de dormir con lo divino?
De la Mona Lisa puedo decir
que su sonrisa —digna de los reyes—
palidece frente a tu mirada
cuando el mundo callaba a nuestro lado.
¿Y qué podría decir yo de ti, amor?
Que tu hermosura vence cualquier sombra,
pues aún con el alma entre tus sábanas,
despierta el milagro de mis mañanas...
...o despertaba, cuando eras mi alba.