Le dije a Perkins, en rima,
hazme un café calentito;
luego, lléname la tina,
pues voy a darme un bañito.
Después, que aliste las ropas,
que luciré para el baile;
en gran velada de copas,
donde no verás a un fraile.
Que me apronte la coupé
poniendo en marcha el motor;
que llevaré a un tal Boublé
gran capo como cantor.
Y es así... Con mi asistente
y amigo de tanto fuste;
llevo una vida corriente,
sin miramientos ni ajuste.
Bueno es sociabilizar,
pues es muy sano consejo;
que no hay que desestimar,
mucho menos si eres viejo.
Y así, como es mi costumbre,
bailé, tomé, y reí mucho;
sin pedir que Dios me alumbre
mientras quemo “last” cartucho.
Mas de pronto una impresión,
como cuando te despiertas
muy solo en tu habitación;
y las esperanzas muertas.
Llamé a Perkins, que no vino,
fui al garaje que no tengo;
solo fue un sueño divino
el creerme de abolengo.
Grosera realidad,
como golpe de una masa,
y así en tenue oscuridad
estoy muy solo en mi casa.
El soñar no cuesta nada,
así decía mi abuelo;
y así pasó mi velada,
“very sad and” sin consuelo.
Jorge Horacio Richino
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