¡QUÉ EXTRAÑO!
Llega un momento,
llega una secuencia en que la lógica cinematográfica se tambalea,
el cómodo tránsito por el film judicial,
la película se tambalea pues no tienen sentido
los fotogramas, se despliega como una aparición fantasmagórica.
Aparece en una secuencia al aire libre la escultura
de un cerdo delante de una silla plegable
en un patio de suburbio norteamericano,
sobre el piso de tierra cubierto
por las hojas caídas, ¡qué extraño!
en la ciudad de Menphis.
El cerdo aparece sentado delante de la silla
como si estuviera protegiendo al dueño,
pero la silla está vacía y no se trata
de la escultura de un perro guardián.
Y aunque el resto
de la película resulte muy entretenido,
por un momento te alejas
de la verisimilitud de las interpretaciones,
te desvinculas de todas las pesquisas,
te alejas sin querer del elaborado argumento judicial.
Gaspar Jover Polo