¿Qué quieren de mí,
mis tristezas invisibles?
¿Acaso creen que la ciencia es capaz
de inventar un valle de metales inamovibles?
¿Cuando ya existían valles de piedras vivas?
¿Cuando aún duermen los dioses bajo el valle?
He llorado, pero seguí escuchando;
me he dejado llevar por el viento
que bien enferma,
así como asfixia.
Pero siempre habrá premio para
los que gocen de creer
y ver tras su velo, el rostro más bello:
¡La gran diosa Tierra!