Uriel Josías Feliz Aquino

Cita sombreada

Una sombra me esperaba en la esquina de la tarde,

para volar con las alas de mis labios azulados;

yacía en su barbilla un horizonte que arde,

en el tablero embarazado de mis dados.

 

Su esqueleto cabelludo deja rastros en la niebla,

dándome las pistas de un misterio descubierto;

mis miedos agudizan más que la tiniebla,

la cita fantasmal de este amorío incierto.

 

El ocaso elogia la travesura de su cintura,

otorgándole violáceos destellos en su guitarra;

fusiona los elementos en una escultura,

para el embeleso final que me desgarra.

 

La miro desde lejos, desde mi balcón almidonado,

ella aprecia la pared con los ojos cerrados;

cuando gritaba: “Acércate, para expiarte los pecados…”,

quería salvarme a besos de mis tumores pasados.

 

La noche se ha embriagado de siluetas; no podré salir”,

le explicaba con la hiel en mis lagañas;

“aunque me mutiles después, no podré cumplir…”,

Negociaba, irritable, con el alma y sus pestañas.

 

“No me iré hasta que amanezca; así dice el contrato…”,

vocifera el espectro femenil en el relato;

“…si no bajas, habrá un macabro asesinato:

si no me alcanzas, o te mueres o me mato”.

 

Dos vidas al filo de la funesta navaja,

eso me ha empujado hacia su encuentro;

tocando su frente, que me ultraja,

me hallé ante la Aurora, en su epicentro.