No nace del lenguaje: se engendra en la conciencia
se forma en la penumbra del pecho estremecido.
Es sangre del misterio, del temblor, de la ausencia
un hijo que no exige más patria que el latido.
No sabe de gramática, pero posee ciencia
más honda que el concepto, más fiel que lo vivido.
Llorando sin palabras, reclama su presencia
y pide ser nombrado por quien ya lo ha sentido.
No es eco de la mente: es llama que fulgura
y exige ser parido sin norma ni medida
pues nace del abismo que arde en su ternura.
Y al nacer en la hoja, su fiebre se depura
el poema es un hijo que sangra por su herida
y en la raíz del alma descubre su estatura.