No es tuya la tinta que besa el papel,
ni arde en tus manos la voz del laurel.
Esa pluma que portas como estandarte
no escribe verdades… solo sabe de arte robado en parte.
Copias la forma, el alma, el suspiro,
y juras al mundo que fue tu delirio.
Pero tu verso no tiene raíz,
es sombra ajena, disfraz de aprendiz.
Te embriagas de gloria con vino robado,
y en cada “me gusta” te crees consagrado.
Pero el eco del alma no miente jamás:
no hay fuego en tu pluma, solo tinta fugaz.
Eres cuervo pintado de blanco elegancia,
que grazna sonetos sin fe ni constancia.
Repite el poema que otro parió
y se cuelga medallas que nunca ganó.
¿Tanto temes al abismo sincero
que prefieres ser copia y no verdadero?
El arte no nace del rastro fingido,
sino del grito que sangra sin ruido.
Y mientras tú duermes en tu pedestal,
otros escriben con rabia real.
Porque el que plagia no deja legado,
solo un eco vacío… de tinta robado