Ricardo C.

Abril en Nicaragua

abril en nicaragua

hay
un soplo
de fuego,
      quemando arbustos,
            huesos de árboles,
                 carbonizados.

algunos
 resisten:
las palmeras,
 los mangos,
  los chilamates,
   las trinitarias.

el amarillo
  descansa
bajo el follaje
    del sauce verde —
como si dios
  posara ahí
      sus dedos.

todos tenemos
  sed:

  sed de las costas,
    sed de tocar
      el horizonte.

los pájaros
  claman
     por lluvia.

buscamos
 sombra
  en las esquinas
    de las casas,
      bajo ramas
        de los palos.

nos quema el sol,
   nos arden los sueños.

todos
tenemos
sed
  en abril caliente.

nuestra lengua,
   seca —
      espera la lluvia,

entre el
   polvo suspendido,
      el rugido
         de las mototaxis,
            el jadeo
               de la calle rota,

en la voz
 quebrada
  de los que venden
     agua helada.

es víspera de semana santa:
         huele a almíbar,
           a pescado seco,
              a sardinas;
  a cristo
    cargando la cruz —
      a pasión,
        a muerte,
          a resurrección.

el poeta aldo
 exclama
   con frustración:

«¡abril debería ser primavera,
y es un calor de la gran puta!»

en abril,
 siempre
 tenemos
   sed.

nos fundimos
  con el fuego,

para darnos
  mutuamente la lumbre,
     mutuamente
       el calor.