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LA GRAN MISERIA HUMANA. Autor: Gabriel Escorcia Gravini (colombiano)

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La Gran Miseria Humana

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Autor: Gabriel Escorcia Gravini (colombiano)

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Una noche de misterio estando el mundo dormido
buscando un amor perdido pasé por el cementerio....
Desde el azul hemisferio la luna su luz ponía
sobre la muralla fría de la necrópolis santa,
en donde a los muertos canta el búho su triste elegía.
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La luna sus limpideces a las tumbas ofrecía.
y pulsaba el aura umbría el arpa de los cipreses,
y en aquellas lobregueces, de mi corazón hermanas
me inspiraron y con ganas de interrogar a la Parca
entré a la glacial comarca de las miserias humanas.
Acompañado del cierzo

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Los difuntos visité, y en cada tumba dejé
una lágrima y un verso... Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos; fui a perturbar los cautivos
en sus sepulcros desiertos.
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Me fui a buscar a los muertos por tener miedo a los vivos.
La noche estaba muy bella y el aire muy sonoro,
e igual que dalia de oro semejaba cada estrella;
y a la brisa si querella por ser voluble y ser vana
en esa mansión arcana, corría llena de embelesos
poniendo sus frescos besos en la gran miseria humana.
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La luna seguía brillando y las nubes con sus velos
en el azul de los cielos sin miedo la iban tapando
y, en procesiones pasando por la inmensidad secreta
iban...y la brisa inquieta retozaba en el sauz
que empapaba con su luz Diana, la novia del poeta.
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La luna que Diana es, en aquella hermosa noche
se abrió como aéreo broche de una flor de esplendidez.
Sentí vacilar mis pies en tan lúgubre mansión
con la lira en una mano y lleno de emoción
como un revuelto océano temblaba mi corazón.

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Bajo un ciprés sombrío y verde cual la esperanza
con su fúnebre asechanza estaba un cráneo vacío...
y sentí pavor y frío al mirar la calavera
pareciéndome en sus esfera que se reía de mí;
y yo de ella me reía viéndola tan calva y fiera.
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Dime humana calavera:

¿Qué se hizo la carne aquella que te dio hermosura bella,

qué se hizo tu cabellera cual lirio de primavera?
tan frágil y tan liviana dorada cual la mañana
de la aurora al nacimiento?
Qué se hizo tu pensamiento? Responde, miseria humana.
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Calavera sin pasiones, di: qué se hicieron tus ojos
con que mataste de hinojos idílicos corazones,
que repletos de ilusiones te amaron con soberana
pasión que no era villana y en esas horas tranquilas
qué se hicieron tus pupilas? Contesta, miseria humana.
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Aquí donde no hay tropel calavera sin resabios;
di: ¿ qué se hicieron tus labios tan rojos como el clavel,
y dulces como la miel de la campiña romana
esos tus labios de grana llenos de pasión mentida,
qué se hicieron en la vida? responde, miseria humana.

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Calavera a quien feliz besa la luna de plata,
di: por qué te encuentras tan chata si era larga tu nariz?
Dónde está la masa gris de tu cerebro pensante
donde tu bello semblante y tus mejillas rosadas,
que a besos en noches heladas quiso comerse un amante?
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Aquí donde todo es calma, contesta cráneo vacío;
¡qué se hizo tu poderío qué de la áurea palma
qué del placer de tu vida que te dio el amor un día
tu altivez , tu bizarría, tus sonrisas que mintieron
dime, dime, ¿qué se hicieron, oh calavera sombría?
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A mis interrogantes, el cráneo blanco callaba
la luna alumbraba, sarcófagos y panteones...
y dije sin aflicciones: si eres el cráneo de aquella
que en la vida sin querella me despreció con desdén,
despréciame ahora también! Eclipsa otra vez mi estrella.
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Estamos en la mansión de la austera realidad.
¡Qué se hizo la liviandad, que tenía tu corazón?
No respondes, mudos son, tus labios que pronunciaron
cosas que ya se tornaron, en pálidas flores muertas
cosas que no fueron ciertas, Y mi pobre alma mataron!
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Aquí en esta soledad que solo cruza el cocuyo,
dime: ¡qué se hizo tu orgullo, tu amor y tu vanidad?
¿Qué se hizo tu potestad de persona soberana
y mentirosa y galana que ostentó tanta belleza?
Dime: qué se hizo tu grandeza? Responde: oh miseria humana!
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Vanidad de vanidades, solamente con tus galas
oh, mariposas sin alas, llorando tus liviandades:
las áticas realidades, te circundan con profundo
marasmo que bien culmina... es el amor que ilumina
aquí es donde terminan, las vanidades del mundo.
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Aquí en este camposanto se terminan los amores,
las alegrías, los dolores, el poderío y el encanto,
cesa en los ojos, el llanto y el mundo vivo suspira;
aquí no llega la lira, de la muchedumbre inquieta
aquí termina el poeta y se enmudece la lira.
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En este mundo idealista, de egoísmo y de censura,
tan sólo la sepultura, es la que no es egoísta.
Ella recibe humanista, el santo y al condenado,
al pobre y al acusado, al perverso, al bueno, al caco,
al honrado, al gordo, al flaco, al bruto y al ilustrado.
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Al rodar el ataúd, en la hueca sepultura
se igualan en línea oscura el criminal y la virtud,
y en eterna laxitud, que todo movimiento:
lanza gemidos el viento y la soledad se aterra
y ruedan sobre la tierra los cráneos sin pensamiento.
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Aquí en este camposanto, donde sucumbir es ley,
el esqueleto de un rey, al de un esclavo es igual;
aquí el toque funeral, de la sonora campana
es a la cabeza cana, como a la de negro pelo
y ñata dando recelo, es la calavera humana.
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Aquí en este entristecido y lúgubre camposanto
termina del vate el canto, y del músico el sonido,
del pintor el colorido y de su cerebro el foco,
se consume con sofoco y solo queda el recuerdo,
aquí tanto vale un cuerdo, como lo que vale un loco.
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Todo corazón se aterra, al llegar a esta mansión
viendo clavar el cajón, que se comerá la tierra.
Cuando una tumba se cierra, el alma gime asustada
y esa humana bandada, que otro hoy viene a sepultar,
mañana en este lugar, será polvo... será nada...
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En esta mansión glacial, donde lo fatuo refleja,
se pudre la carne vieja, como la carne jovial;
aquí el necio se hace igual, todo se convierte en nada.
sociedad civilizada...
aquí la diosa riqueza, es igual a la pobreza
todo aquí es polvo y es nada.
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Y dijo la calavera:
Aquí en este camposanto, se perdió todo mi encanto
con que vanidosa era; y mi mejilla rosada
como gasa de arrebol, mis ojos que envició el sol,
aquí se volvieron nada!
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Tan sólo el dolor es fuerte, la vida es vano capullo,
yo vi acabarse mi orgullo. Ya todo es materia inerte
Bajo el peso de la muerte...
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En este triste lugar, se tiene que terminar
el genio que esplendor tiene, y melancólico viene
las tumbas a visitar.
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Llorar en estos desiertos, es una cosa muy vaga
porque el llanto nada paga, ni resucita a los muertos
y aquí en un tétrico día, cae el que peca, el que no peca
así, haciendo horrible mueca, la calavera decía:

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Aquí está la realidad, que sobre el orgullo pesa;
aquí la gentil belleza, es igual a la fealdad;
aquí acaba la maldad, y la bondad apreciada,
aquí la mujer casada, es igual a la soltera
me decía la calavera, con su voz apagada.
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Yo soy el cráneo de aquella, a quien le cantaste un día
poemas que no merecía, porque no era así tan bella
como la primera estrella, del oriente, el tulipán
a quien las auras le dan, aquí el que de mi se ríe
de él mañana se reirán.
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Yo escuchaba aquella cosa y lleno de horrible espanto,
salí de aquel camposanto, como veloz mariposa...
la luna pura y radiosa, vertió su lumbre fugaz
y la calavera audaz, dijo al mirarme correr
nada tienes que temer, tú, calavera serás.
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Yo, ante razón tan sencilla, sentí por el cuerpo mío
un extraño escalofrío casi perdiendo la vida,
con el alma entristecida, llegué a mi celda cristiana
meditando que mañana, por firme ley de la parca
debo habitar la comarca de las miserias humanas.


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