DUELO EN LA CIUDAD DEL NORTE
Lo cierto es que en aquella ciudad del norte
llovía con mucha frecuencia, que golpeaba el agua de lluvia
al otro lado de los cristales de las ventanas y los balcones
en un ambiente propicio para el desarrollo de un duelo
entre dos amigos y, a la vez, enemigos, rivales,
si no fuera por culpa de un viento muy fuerte
que se levantó de pronto y que atrasaba la maniobra
de aproximación entre contrincantes,
y, tal vez, también, el caer de la nieve
durante algunos tramos del enfrentamiento,
de la extrema contradicción de intereses.
Se trataba de una nieve pertinaz, copiosa
que volvía oscuro y difuminado el paraje
donde a primera hora se celebraba el duelo,
y por donde los combatientes se giraban de pronto
y ya estaban dispuestos para herirse frente a frente.
Después de haber contemplado desde sus ventanas
y un tanto ensimismados,
el tiempo meteorológico,
los difuminados luchadores avanzaban
corajudos y ceñudos
sobre el paisaje brumoso, casi helado,
y sobre un piso de césped más que alto
por donde parecía como si la hierba
hubiera crecido aquella noche a borbotones.
Gaspar Jover Polo