(no sé cuántas veces me ha arrastrado esta marea, a veces parece que el equilibrio se mantiene, pero es en esos breves momentos en los que todo pierde el control... )
Condenada
a esta prisión eterna y solitaria,
donde el mar agita mi corazón
y lo rompe en giros lentos.
Diez mil pedazos de mí
reposan en mi habitación.
Las olas han subido
y me han dictado la sentencia:
morir.
Quiero vivir
hoy más que nunca,
pero todo se hunde
cada vez más hondo,
y me pierdo,
me pierdo
como si nunca hubiera sabido
dónde estaba,
quién era en realidad.