Ya es pretérito el tiempo, como yo,
soy un cadáver: ¿dónde está mi sepulcro?
Soy el futuro… ¡ay, qué decadencia!
RC
Me he convertido
en un hombre de pocas palabras
y menos amigos.
Las palabras las nombro
con la misma simplicidad
de lo elemental:
sed, hambre, sueño
y amor.
Los amigos
no caben en la palma de la mano.
Estamos terriblemente solos;
somos más carne
que alma.
En este andar tan misterioso,
a veces veo pasar
a alguno más,
buscando al otro.
Entonces me doy cuenta
de la eternidad que hay
en un solo momento,
de la belleza de los espíritus
ocultos en los huesos,
del fuego que pudo ser
y de cómo murió
sin llegar a nacer.
Ricardo Castillo
De: La hora crepuscular