La Luna cian llora lánguida
bajo un domo ocre de estrellas,
sus lágrimas de luz cándida
en los ciclos dejan huellas.
Su rostro, pálido y frío,
refleja sueños perdidos;
en la noche y su glorío
saloma amores heridos.
Las nubes son su retiro
y el viento su compañero
recoge ecos de suspiros
de un antiguo romancero.
La brisa salmodia suave
los arcanos que ella guarda,
y en la hora malva su salve
de Ninfas es halagada.
Las odas versan su gloria
en un vals de eternidad,
entre lazos de armonía
de un mar de serenidad.
Al surgir tu faz oronda
las mareas se levantan,
cae una lluvia afrutada
con aromas que deleitan.
Oh, Luna, de romance hondo,
con tu fuerza de alegría
fijas el girar del mundo
que en la noche es poesía.