Con manitas de chocolate,
un fiero andaluz, con su chaqueta arcoíris,
se pasea entre aromas de la tarde,
mientras la noche, desvergonzada,
hace malabares sobre molinos de viento,
y un perro ladrón de luna
roba sueños de siesta.
Boquita de pudín y almíbar
susurra cuentos al cordero,
que con orejas de trapo
escucha el eco de vacas voladoras.
Tez blanca o morena,
niña soñadora que, al despertar,
se encuentra con una aurora de chistes,
y una rana que croa
como si fuera un director de orquesta,
con patas de aplanadora.
El relato empieza, decía,
en barca de mecedora,
y ahora la pipa vieja
explota en risas de valentía,
y la espada parlanchina
discute con el ancla conquistadora,
mientras el mar se ríe
de los remos que él mismo ahoga.
Profundas las caracolas,
flora y desflora en su parca,
delfines de salitre lloran
el hambre que les devora,
mientras las gaviotas moran
cardúmenes de peces tristes,
que nadan sueños rotos de ánforas.
Y la luna, crespón de olas,
con ojos tristes y azules,
se pregunta: ¿Dónde están
los poetas que prometieron
hacer de la vida un verso,
y solo escriben diatribas de cobardía?