Gustavo Echegaray

CREPUSCULO

Desde la ventana veo
cómo pasa el sol
bajo las nubes,
bajo los árboles.

Una maraña de pasos blancos
tropieza con sus sombras,
pero no cae,
como caen las hojas,
convertidas en pájaros amarillos.

El ayer entonces
me aprieta el vientre;
el aire, espeso como un suspiro,
se vuelve vidrio:
pantalla entre el mundo y yo,
donde todo se refleja
sin tocarse.

El sol, reloj suspendido,
clava sus agujas
en el vientre de la tarde,
que flota sin rumbo
bajo un silencio dorado.

Las nubes son islas rojas
sobre un mar de olvido celeste,
y el sol, un dios desterrado,
se esconde tras las cortinas
de la inmensidad.

Desde la ventana contemplo
la noche que asoma
su rostro de azabache.
Las estrellas,
ojos cerrados del tiempo,
me observan en su sueño eterno,
mientras yo sigo despierto,
esperando.