Aquí estoy, más solo
que un pingüino pelirrojo
en el desierto del Sáhara.
Bajo un Sol de plomo,
sin fuerzas caí, agotado,
sobre la arena fundida.
Un camello viudo,
borracho, pasó y se fue,
sin sombra que a mí me diera.
Vino un delfín mudo,
me ofreció un jamón salado,
mostré una sonrisa helada.
Un caimán del Nilo,
feroz y bastante hambriento,
dejó mis piernas lisiadas.
Un gran oso pardo,
pensó que yo era un salmón,
su hambre quedó harto saciada.
Al fin, unos cerdos
acabaron con mis restos,
hasta mis huesos quemados.
Dejo este lamento,
versos de mis desaciertos,
de mis nefastas andadas.
Y ya de aquí escapo,
que este animado desierto
parece que está de moda.