No, no soy la lluvia
que se mece en la tormenta;
soy apenas una gota
que resbala por el centro de tu pecho,
dibujando fantasías
en la cima tibia de tus senos,
susurro que se hace fuego
cuando tu cuerpo lo acoge.
Soy apenas un susurro
perdido entre los vientos,
una caricia efímera
que muere al amanecer,
reflejo de luna
en la quietud de tu noche,
anhelando quedarse
donde tus brazos son mi cielo.
No soy el sol que despierta
tu piel de seda en la mañana;
soy la sombra que acaricia
la curva de tu cintura,
la brisa que refresca
tus labios de terciopelo,
el instante secreto
que enciende los hilos de tu deseo.
Soy el eco silencioso
del latido de tu corazón,
la fragancia de tus sueños
en la penumbra de tus ganas,
estrella fugaz que cruza
tu mirada encendida,
esperando fundirse
en el fuego inmenso de tu ser.