gaspar jover polo

CABE SEGUIR AVANZANDO

CABE SEGUIR AVANZANDO

 

Y del paseo bajo los árboles que empieza

justo cuando nos bajamos del autobús,

pasamos a la enorme explanada de cemento,

donde se puede tomar un café sobre las macizas

mesas de hierro distribuidas sin orden

por el gran espacio descubierto,

y escuchar la música que atrona en los altavoces.

Y, sin solución de continuidad, acercarnos al zoo,

que está situado en la ladera de un promontorio,

y a la entrada del zoo almorzar pollo frito

en un kiosco, para descender luego por la otra ladera

hasta divisar el meandro muy azul que forma el río y que

ya queda fuera del límite estricto del casco urbano –entonces parece

que el sol empieza a brillar con verdadera determinación–,

pero en este lugar tampoco concluye el paseo. Pues todavía

cabe seguir avanzando un rato siempre a pie para evitar,

muy libres en cierto modo

pero también muy apegados al suelo,

lo que podría ser un final de trayecto drástico, definitivo.

La tarde se prolonga aún porque la ciudad dispone

para todos sus visitantes de algún aliciente más

que, cuando todo parece acabado,

alarga prodigiosamente el recorrido,

que conduce acto seguido hasta la iglesia más alta,

monumental, con tejado de pizarra muy negro,

o hasta los mismos pies de un castillo

legendario que se levanta a solo a unos pasos

de la entrada a lo que fue,

hace ya algunos, mucho años, el barrio

de los judíos.

 

Gaspar Jover Polo