Estos hombres y mujeres, me acusan.
Me señalan con el dedo,
Me llaman bruja.
Por ser demasiado guapa,
Por ser demasiado fea,
Por ser demasiado joven
O por ser demasiado vieja.
Por ser demasiado lista
O parecer demasiado tonta,
Por ser pálida como la luna
O ser oscura como la noche.
Da igual si callo o si hablo,
Si me muevo o si estoy quieta,
Si entro, si salgo, de día o de noche.
No importa mi nombre, mi credo,
Ni tampoco mi estirpe,
Porque no soy hombre.
Soy tú, soy ella, soy cualquiera,
Siendo casta me acusan de ramera.
Dicen que levito y que robo niños,
Que vuelvo agria la leche,
Que enveneno al ganado,
Que seduzco a los maridos,
Que traigo enfermedad,
Y desgracia, y muerte.
De nada sirve tratar de defenderme,
Me espera la cuerda de la horca,
O ser atada y lanzada al río,
O al fuego de la hoguera.
Soy yo, somos todas,
Las que damos miedo
Por tener vagina entre las piernas,
Y querer ser libres,
Querer salirnos de las normas.
De las estúpidas normas.
Yo moriré. Arderé en el infierno,
O bien desde el cielo,
Veré arder a quienes ahora
Me acusan de brujería
Por curar con flores y hierbas,
Por pensar como los hombres,
Por yacer desnuda bajo el sol
O por rezar a la cambiante luna.
Yo moriré. Sí.
Pero antes maldigo
A todos esos descendientes que han de nacer.
Les maldigo haciendo que
Al transcurrir de los años,
Los decenios y los siglos,
Sus mujeres sean libres
Y sin ser juzgadas como hoy lo soy yo.
Como lo somos todas.
Estos hombres y mujeres, me acusan.
Me señalan con el dedo.
Me llaman bruja.