Edel Vicente González Pérez

El placer de releer.

Tempano aprendí a leer

con aquel anciano de hirsuta barba

y bajo paternal liturgia

memoricé, versículo a versículo,

los postulados del sagrado libro

y el evangelio que al alma salva.

 

Rendido a los pies de las letras,

opioides aglomerados, en danza hipnótica,

que asomadas a páginas blancas,

líneas y columnas entre corondeles,

fascinan la mente adicta y sedienta

con la lectura que encanta.

 

Los libros a mi rincón arriban,

en tumultos desordenados

a ninguno la lectura niego;

aquellos que como aves han pasado

y a los que vuelvo una y otra vez

a releer fascinado.

 

Es el vicio divino o el placer

en que las palabras me envuelven,

y en alas de la imaginación

viajo a paisajes de anhelos,

tendido en el sillón

con un libro entre los dedos.

 

24-04-2024

Ede@vateignoto