Graciela Rivas

Puertas y paracaĆ­das

Una mañana como cualquier otra.
Despertar, una ducha, waffles, olor a césped mojado y por supuesto, esperar a que el amor toque a tu puerta. 

 

Inquietud se convierte en tu segundo nombre y debes salir. 

 

No sabes porqué te encuentras ahí. 

Tus pies, el destino o ambos te han llevado hacia ahí. 
Sientes algo tirar de tu pecho, así lo describes. 
Y te sigues preguntando el porqué hasta que entiendes todo. 

Ahí está.

A unos pasos de ti encuentras la razón. 

Y al cruzar tu mirada con la suya pudiste notar la fuerza con la que te atraía hacia ella. Sin mover sus labios, sus ojos dijeron lo suficiente para hipnotizarte.

Caíste. 

Caíste en caída libre sin asegurar tu paracaídas. 


Deberíamos decir algo, pero en estos momentos ninguno de nosotros tiene el control. 


Atrápame, sostenme, ámame

 

Me lanzaré de nuevo, esta vez hazlo conmigo.

 

No debía de esperar a que llegara a tocar mi puerta, yo debía de abrir una y buscar.