Matias 01

¡Dios…!

¡Dios…! -murmuro- todos los días al llegar

la aurora

y no hay nadie a quien hablar.

¿Acaso he llegado tarde a este afónico lugar,

de mar en que se ahoga el día?

 

¿Y sabes? A veces siento a una sombra

rondando

esta hondura metafísica en que se me ahoga

el corazón.

 

¡Dios…! -murmuro- No sé si eres tú o es ella,

pero algo debe saber

ese pájaro cruel que llega a graznar

al atardecer ¡Y yo le miro…!

Como si el pudiera comprender la mísera vida

en que nos arrastramos

en medio de dulces romerías…

 

¡Dios…! -me digo- y me siento bueno,

con este dolor de enamorado,

de humana ecuación de amor que al final

nos deja siempre

al costado y debajo de un montículo de tierra.

 

Se diría que voy arrastrando mucha pena,

y ardiendo

en el largo minuto en que se cierra el ataúd,

se diría que voy murmurándole

mis recuerdos al aire simple,

ese que sale del padre y llega tardíamente

al hijo…

Pero, no lo sé.

Solo voy mirando el diciembre en que se me fue

la vida,

y digo: ¡Dios…!