Luis Ernesto Hernández Aguirre

CONVERGER

CONVERGER

Salí, como siempre lo había hecho,

pero hace tanto que no lo hago

que aún recuerdo

el memorial vago

en que te encontré o fui encontrado

en aquellos tiempos sin tiempo.

 

Absurdos lugares que no existen,

espacios vacíos que se fueron,

suave apareciste

al instante previo

en que ocurrió el mágico encuentro

de aquellos mundos imposibles.

 

La obscuridad en tus lindos ojos

como incandescentes nebulosas

orbitan los tronos

que pulcros evocan

la curvatura de tu boca

encendiendo tu suave rostro.

 

Mi tacto tembloroso y febril

apenas toco el andar sinuoso

del sonante fluir

del río copioso

que emana las venas del fondo

del valle de tu frenesí.

 

Milagro del hablar que me habló

sin otro lenguaje que decir

que aquel mismo tono

dicho en el jardín

silencioso en que sentí

el misterio de tu ósculo.

 

Estalla en estruendoso misterio

de lo que no ha sido conocido,

arrogante imperio

de añicos caídos

por arietes desconocidos

que te despeñan de los cielos.

 

Preso, recluso y dócil cautivo,

sin defensa, desde altas nubes

al igual que Ícaro

presuroso se hunde

en mares que raudos y altivos

por su osadía lo consumen.

 

Vista que incinerada y cegada

ya no mira el lejano horizonte

observa la nada,

la cubre la noche,

destellos de luz que disponen

la aurora que ahora asomaba.