Harley Gooe

El viaje de una hoja ( parte 1 )

 

Poco a poco, el sol emergía despertando de su sueño reparador . con sutil delicadeza , Bañaba de luz las cumbres, las aguas y los bosques, anunciando un nuevo día. 

Las ramas rizadas por el viento habían provocado un gran cambio en aquel viejo árbol. Una pequeña hoja seca, teñida de naranja, yacía tendida en el suelo. El polvo y la brizna eran testigos de su tristeza.

 

\"¡Oh, vida! ¿Por qué tuvo que llegar el final?\" 

 

La hoja, afligida de sufrimiento, recordaba aquellos valiosos momentos junto a su rama, donde su alegría y gozo era la brisa que el cielo le suspiraba. Ahora, sola en la mitad de la nada, sus lamentos se perdían en un remolino de polvo arrastrado por el viento. Sus quejidos de tristeza eran entonados al alba, tiñendo una mañana llena de melancolía.

 

Unos minutos después, una pequeña ave la observó desde su vuelo. Llena de curiosidad, decidió descender y acercarse a la hoja.

 

\"¿Qué ocurre, hoja?\" preguntó el ave con ternura.

 

\"¡He caído al suelo! Me he desprendido de mi rama y ahora me siento triste\", respondió la hoja con pesar.

 

 \"Querida hoja, todos en algún momento de nuestras vidas tendremos que dejar lo más valioso que nos gusta. A mí, por ejemplo, algún día mis alas se cansarán y, por más que lo intente, ya no podré volar\". 

 

La hoja, con lágrimas en sus ojos , expresó su dolor:

 \"Pero cuando llegue aquel día, podrás posar en un árbol y descansar. En cambio, yo jamás volveré a estar junto a mi rama\".

 

El ave se quedó en silencio por unos segundos, mientras se escuchaba el murmullo de los árboles y el canto de los ríos a lo lejos. Luego, con determinación, intervino: 

 

\"Yo... yo quiero ayudarte\".

 

Cómo podrías hacerlo dijo la hoja con sorpresa

 

Te llevaré a mi nido , se encuentra en un hermoso abeto robusto , te sentirás protegida y seremos amigos si te parece ..

 

Un brillo de esperanza se tejió en su rostro y sin pensarlo dos veces la

hoja acepto la propuesta

 

Navegando por los cielos, entre las nubes y dominando los vientos, el ave finalmente llegó a su hogar. Un viejo abeto esbelto y majestuoso, desde sus raíces hasta su copa, destilado por las soberanas corrientes del vendaval. Con delicadeza, el pajarillo se posó en una rama y dejó caer la hoja, que aterrizó suavemente en una cama de musgo rodeada de ramas entrelazadas.

 

—Este es mi nido, aquí podrás quedarte, hoja —comentó el ave.

 

—¿Por qué me ayudas, ave, si somos tan diferentes? —dijo la hoja, curiosa.

 

—Precisamente por eso, mi amiga. En las diferencias encontramos la autenticidad y la belleza. Y es precisamente por ser diferentes que nuestra amistad se vuelve única —aseguró el pajarillo, con una sonrisa.

 

La hoja reflexionó sobre las palabras del ave y se dio cuenta de que nunca antes había visto las cosas de esa manera. Agradecida, con lágrimas en los ojos, le dijo:

 

—No sé cómo pagarte por todo lo que has hecho por mí.

 

El ave la miró tiernamente y respondió:

 

—No pienso en eso, amiga hoja. La amistad no se trata de dar para recibir. Yo doy con todo mi corazón, dispuesto a compartir mis días y mi tiempo contigo. Compartiré contigo mi hogar y juntos enfrentaremos cualquier adversidad. No estés triste, desde ahora en adelante, nunca más estarás sola.

 

La hoja se sintió abrumada por la generosidad y el amor del ave y le respondió con gratitud:

 

—Gracias, amigo ave. Te lo agradezco con toda mi alma. Tu amistad será todo para mí.

 

El ave sonrió y dijo con ternura:

 

—Siempre, amiga. La amistad es el mejor refugio para

abrigar el corazon . —

Pasó el tiempo, y la primavera, sonriente como una madre cariñosa, acunó las extensas praderas. Las flores brotaron con delicadeza y belleza, sus pétalos danzando al susurro del viento entre la maleza.

 

En lo alto del robusto árbol, la corteza más añeja se entrelazaba con osadas ramas. Allí, un pequeño oleaje adornaba la dulce morada del ave, que extendía sus alas al viento, lista para zarpar hacia los cielos.

 

— ¿A dónde vas, amigo ave? — preguntó la hoja. Ha terminado el otoño, las corrientes han bajado. Es momento de retomar mi vuelo hacia mi trabajo — respondió el pajarillo.

 

— ¿Trabajo? — se preguntó la hoja, curiosa.

 

— Sí, no te lo conté antes, es cierto. Disculpa si no te lo mencioné antes. Yo construyo nidos para las demás aves — aclaró el ave.

 

— ¡Vaya! — exclamó la hoja.

 

— Es una herencia de mi padre. A él le encantaba construir nidos impresionantes. Pero ya no está conmigo; falleció hace un tiempo — dijo el ave con pesar.

 

— Oh, lamento no haberlo sabido… —

No te preocupes, amiga hoja. Está escrito… Todos en algún momento debemos dejar este mundo para que otros puedan ocuparlo. Es el ciclo de la vida — comentó el ave.

 

— Lo entiendo… — dijo la hoja, desanimada.

 

— No te pongas así — dijo el ave con entusiasmo —. Yo disfruté mucho con mi padre, al igual que tú con tu rama. Son esos momentos valiosos los que recuerdo más. Y la verdad, siento una calma interna cuando revivo esos vuelos aquí adentro, en mi corazón — señaló con su ala derecha el

pecho.

 

— Amigo ave… — murmuró la hoja.

 

— Revive los buenos momentos y deja que los malos mueran — concluyó el ave.

 

Con esas palabras, el ave se despidió de su amiga la hoja y emprendió el vuelo hacia su trabajo,