Jordi Etresi

EL SOL Y LA LUNA

 

EL SOL Y LA LUNA

Un relato de Jordi Etresi

Podríamos decir que éramos una pareja normal como otra cualquiera, con los años todo cambió de tal forma que tuvimos que separarnos. No fue fruto de los altibajos de la vida, ni las crisis de pareja, ni las tentaciones de todo tipo, nunca imaginamos que la vejez podría ser capaz de alejarnos. Apenas nos valíamos por nosotros mismos, nuestras familias y nuestros hijos no podían ocuparse de nosotros y tomaron una terrible decisión: íbamos a vivir en residencias separadas. La noticia nos pilló por sorpresa y nos dejó con el corazón partido.
Tras un tiempo intentamos adaptarnos, pero nada era comparable como vivir en nuestro hogar. Mi esposa era la que estaba mejor por lo que venía cada día a verme, disfrutar de su compañía era la mejor medicina del mundo, pero cuando llegaba la hora de marcharse los efectos secundarios aparecían en forma de lluvia a través de mis ojos. Nuestro tiempo se iba agotando, nuestras enfermedades avanzaban más rápido de lo previsto por lo que suplique a la dirección del centro de salud disponer de más minutos con ella o que me dieran la posibilidad de dormir juntos por las noches, pero todo fue en vano, las normas eran tan injustas que al final me hicieron aislarme de todos. ¿Quién iba a ayudar a dos pobres ancianos a quien nadie les importaba?.
La frustración hizo que perdiera el apetito, me encerré conmigo mismo y desde entonces no deseaba hablar con nadie, era como estar muerto en vida. Aunque ella era más fuerte que yo, intuía lo mal que lo estaba pasando, sabía que me ocultaba sus sentimientos para evitar hacerme sufrir, pero yo sabía la pura verdad, solo bastaba con mirarla para ver lo rota que estaba, porque cuando más amaba más dolor sentía. Tenía tanto miedo de no volver a verla por su delicado estado de salud, que era algo que no sabía como afrontarlo, aun así hoy estábamos vivos, pero quizás mañana probablemente no. Estar juntos el resto de nuestra vida se había convertido en una ilusión contra todo pronóstico, pero a pesar de todo nunca perdimos la esperanza.
Éramos como el sol y la luna. Semanas después estallé, salió la ira de mi interior arrasando todo a su paso, me enfrenté a todos empezando con mis hijos a los cuales denegué sus visitas, después empecé a dar quebraderos de cabeza en señal de protesta. Hacía saltar las alarmas de incendio por las noches, escondía el papel higiénico, robaba el periódico y los cubiertos de la cocina, ponía el televisor a todo volumen para despertar al resto de residentes y no me pregunten como lo hice, pero el olor a hierba prohibida aparecía como por arte de magia en estancias comunes y se hacía insoportable para todos. Fueron tantos los incidentes que notificaron a mi familia sobre mi conducta, si la situación no se revertía iba a ser expulsado, sin embargo yo estaba encantado de que lo hicieran.Todos pensaban que había perdido la cabeza y mi posible destino era ingresar en un psiquiátrico, pero para ello debía ser evaluado por un especialista para analizar la situación. Un día por la mañana se presentó aquel psicólogo, se interesó por mi situación y me inspiró confianza, aunque no era Dios ni un ángel, si era el milagro que había estado esperando. Tras un largo interrogatorio se puso en mi piel para analizarme, poco después lo hizo con mi mujer a solas y finalmente en pareja. Días después volvió a venir, pero esta vez para hablar con el personal del centro y más tarde con nuestros familiares. El informe del médico no dejaba lugar a dudas, ni yo estaba loco, ni tenía ningún tipo de trastorno. Aquel hombre sabía lo que era estar lejos de las personas que amaba porque él lo había vivido aunque en una situación distinta a la que nos encontrábamos.Mi mujer y yo tuvimos la suerte de contar con su apoyo incondicional, movió unos cuantos hilos y puso sobre la mesa posibles acciones legales para revertir nuestra situación por si las cosas se torcían.

Tiempo después volvíamos estar juntos.

 

P.d.

No se puede derrotar a quienes nunca se rinden.

 

-Jordi Etresi 
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