Luis Ernesto Hernández Aguirre

DOLOR

¿Por qué me das dolor?, pregunté,

¿de qué sirve la salvaje angustia?,

¿por qué esta inaudita enfermedad

qué mi solidez logra esconder?

¿por qué me acomete con tal furia

esta terrible debilidad

que me consecuenta a padecer?

 

¿Si la existencia es frágil y hermosa,

como puedes permitir el llanto

de mi atribulada familia?

¿si aquella abundancia generosa

se me ha arrebatado sin recato

y lentamente se consumían

mis antiguas sendas luminosas?

 

Escucho este absoluto silencio,

que tan perturbador e insonoro

ensordece todo al rededor,

¿cuál escondida respuesta encuentro

ante este inhumano deterioro?

Te interpelo gran inquisidor:

¿cómo podría yo comprenderlo?

 

A mitad del obscuro sigilo,

te voy escuchando entre susurros

ensordecedores de paciencia,

me vas manifestando los hilos

de mi circunstancia y del futuro

que se va nublando en la conciencia

de impíos sufrimientos sombríos.

 

Veo al final del duro camino

que todo tuvo siempre razón

y cada cosa es parte de un plan,

la prosperidad tuvo sentido

mas el dolor tenía sazón,

pues finalmente todo será

parte del trascendente destino.

 

Pues sufrir no es solo padecer,

es el honor de poder contigo

compartir un poco tu pasión,

es simplemente pertenecer

al eterno proyecto infinito

de la economía de redención

que tu amor implanta por doquier.

 

Siendo así, no pido la salud,

solo permíteme aquilatar,

y a los míos deja comprender

la gracia en tan sinigual virtud,

que en vida me permite purgar

y del mal ajeno responder

partícipe de tu plenitud.

 

Hoy entiendo este dolor florido,

las angustias me dan las respuestas

y van apaciguando inquietudes

pues mi corazón está recogido

para beber el cáliz que aprestas

a tomar confiado y sin tabúes

y exclamar: \"ya todo está cumplido\".