javiercastellano23

Tertulias en el occidente de Maracaibo

Marlena de ojos avellana me invitó un café.
— Vamos Javier, la mañana es nuestra, tomemos un poco de café y saquemos la carnada, estoy segura, algo ha atrapado el anzuelo, sabes a qué me refiero. 
Le acepté el café porque va acompañado de un cigarrillo, además siempre me ha gustado hablar con ella, tiene recursos literarios en la punta de la lengua.
Ella me llevó al patio de su casa, el cual quedaba a las orillas del occidente del lago de Maracaibo, gozaba de una vista privilegiada, una soledad perfecta, pensé que era propicia para organizar una tertulia con los augurios que nos persiguen.
Le pregunté 
— ¿No te abruma tanta soledad?
Ella respondió de manera irónica 
— ¿En verdad hace tanto ha pasado de la última vez que nos vimos para que me desconozca?
Yo reí y traté de reconocerle cuanto recuerdo sus particularidades.
Bebimos café,  fumamos cigarrillos, hablamos de política, fumamos otros cigarrillos, saltamos a la economía, parecíamos periodistas palurdos con tanta osadía.

Las gaviotas se acercaron a su patio, fuimos tras ellas, las observamos, notamos que siempre están en grupo, eso llevó a reflexionar sobre nuestra soledad, fumamos otros cigarrillos, esta vez en silencio y aunque sabemos que nos tenemos tanto aprecio, no conciliamos una palabra que pudiera difuminar el resonante viento...
Yo argumenté sin mirarla, inmutado, viendo chocar las pequeñas olas con la arena
— Algunos nacemos para estar solos, somos aberraciones de la humanidad, no seremos nunca padres, ni abuelos y pronto dejamos de ser hijos, estamos hechos para el universo, para la naturaleza, pero no aptos para la sociedad, hacemos de este mundo un lugar increíble, llenamos de arte y ciencia cada rincón del planeta, y morimos solos con una botella de ron barata en la mano derecha y yerba en nuestro cerebro. 
Ella respondió riendo, con sus ojos avellanas, cristalinos como la miel derretida en sus pupilas.
— Así que ya comenzamos a remover el anzuelo, parece que has sacado un querubín.